Nos estamos cargando el cine

S.O.S. El cine pide auxilio. Pero lo único que recibe como mensaje de respuesta es otra descarga en Internet.
Es muy triste cuando ayer fui a ver "Dreamgirls" observar la derrota total del séptimo arte. Quise taparme los ojos, pretendiendo falso de mí no ver la realidad que me rodeaba.
Silencio. La delicia que supone el silencio dentro de una sala cinematográfica es lo más desagradable que puede haber en los pasillos, en las taquillas, en la propia entrada del cine. Apenas cuatro gatos y algún perro tuvimos ayer la valentía de ir a una sala de cine a ver... sí, una película. Una película en pantalla grande, con gran calidad de sonido y con absoluta calidad de imagen.
Sí, lo siento. Sé que se me llevaron por delante 5,10€ (con carnet joven, que uno tampoco es tonto), pero ese debe ser el precio de mi felicidad. Porque, ¡joder!, qué gusto da ir al cine a ver una buena película. A pesar de ese frío silencio y de esas butacas vacías ocupadas por las almas cinéfilas que ahora se "bajan" las películas de Internet, uno se encontraba a gusto. Aunque, claro, con ese regusto amargo que supone ver la decadencia de un arte como es el cine.
Porque sí, estamos matando al cine. Y es uno de los peores crímenes que el hombre puede cometer. El medio ambiente es otro de ellos, pero ese es otro tema...
Ayer mismo aparecía publicado en la biblia atea (EL PAÍS) la noticia de que los míticos Cines Avenida, situados en el corazón de la Gran Vía de Madrid, dejarán paso dentro de dos años a la construcción de un centro comercial. Es la nueva víctima de un crimen que no deja cadáveres.
Ayer sólo había una taquillera trabajando entre otras seis taquillas cerradas. Cuando ya vamos a entrar a la sala, el encargado del cine nos dice: "El bar de arriba está cerrado. Si queréis algo, acudid al de aquí abajo..." "No, gracias", respondimos. Lo que ya sabía yo antes de eso es que a la entrada del cine los otros dos bares de abajo también estaban cerrando. Ya ni el olor a palomitas atrae a la gente al cine... Claro, éstas también se pueden hacer en casa. Y más baratas, claro.
La experiencia de haber trabajado este verano en un cine te da la máxima convición de que esto se nos va, que ni los de "Anatomía de Grey" pueden hacer nada para impedirlo. Los empleados recordaban épocas mejores en los que ir a trabajar no era aburrirse detrás del mostrador, en los que había filas en la taquilla y donde, ¡joder!, se respiraba aire cinéfilo. Veo películas como la magistral "Soñadores" con ese revelador homenaje al cine y... siento un vacío muy dentro de mí.
Vislumbro el futuro con gran temor. Dentro de quince años o menos ya no habrá salas de cine. Se seguirán haciendo películas, pero sólo podrán lograr la financiación necesaria aquellos pocos genios que deslumbren en los festivales internacionales, únicos expositores ya del séptimo arte. Ya no existirá el cine independiente y Hollywood sólo apostará por algunas pocas superproducciones.
Dios, espero que falle. Que no se haga realidad. Hay cosas que es mejor que nunca pasen. S.O.S....